«¡Fuego!»
Aquel fue el aviso que me despertó una noche. No eran gritos de ayuda, eran los gritos de mis camaradas en los muros del fuerte, antes de disparar sus falconetes. No fue una sorpresa, todos sabíamos que un día así acabaría por cernirse sobre el Imperio. Nos sobreextendimos, nos aprovechamos de las riquezas que había en el mundo. Sin embargo, otros tenían esas riquezas antes que nosotros. Les robamos sin temor ni temblor, y ahora estábamos pagando el precio.
Me levanté de mi cama de un salto, recogí mi arcabuz y salí de los barracones. Al llegar a los muros sólo pude detenerme y observar lo que se estaba acercando a nosotros. Eran cientos de carracas y carabelas que se encontraban en la costa. Mientras que algunas se mantenían en la lejanía esperando, otras se acercaban a nosotros a toda velocidad. Cientos de soldados salieron de los barcos cuando llegaron a la orilla. Al mismo tiempo, los buques más alejados comenzaron a disparar proyectiles a nuestros fuertes. Podían verse las llamas en los otros puestos desde donde me encontraba, puestos en los que había amigos míos.
No había alternativa, debía combatir junto con mis camaradas. Me apoyé sobre las almenas de la muralla, me preparé y me asomé listo para devolver el fuego. Sin embargo, al hacerlo dejé de ver el paisaje de antes. En cambio, no veía más que oscuridad, la misma que teñía aquella noche.
«¿Qué ha pasado?» - El Imperio ha muerto, y yo con él.
POR EL JUBÓN DE CERVANTES
Categoría: 2-Lengua Castellana